miércoles, 7 de diciembre de 2016

El monólogo interior en La Señora Dalloway: una técnica para comprender las temáticas de una sociedad.

     “La señora Dalloway decidió que ella misma compraría las flores” (5). Con esta sencilla y cotidiana frase se da inicio a una de las novelas de mayor trascendencia para el movimiento literario anglosajón llamado Modernism. Este se caracteriza por “el intento de expresar los sentimientos e ideas de los personajes de manera verosímil” (Palomo 95). Esto se puede apreciar en la La Señora Dalloway, ya que el mundo que en esta novela es representado es construido a través de la interioridad de sus personajes, en esta tienen lugar sus pensamientos, sus anhelos, recuerdos, entre otros. Con el fin de realizar lo anterior es que su autora, Virginia Woolf, utiliza la técnica del stream of consciousness, cuya verbalización recibe el nombre de monólogo interior. Es posible afirmar entonces que la finalidad de esta novela es dar a conocer a través de sus personajes la mentalidad, ideología y sucesos que podían encontrarse en Inglaterra en la época de post-guerra (1925); y para ello es empleado el monólogo interior. A continuación, se tratarán algunas de las temáticas representadas por los personajes y como las características del monólogo interior influyen en su narrativa.
    Tal como se mencionaba, los personajes en esta novela adquieren un rol fundamental, ya que ellos fijan tanto la temporalidad como también las temáticas abordadas. Esto se puede indicar debido que dentro del suceso principal que tiene lugar en la obra, esto es, que Clarissa dará una fiesta, lo único que delimita el pasar de los demás acontecimientos durante el día son las acciones que realizan los personajes, pero en mayor medida el monólogo interno que tiene lugar en la consciencia de cada cual. Entre los personajes que más se destacan es posible a nombrar a su protagonista Clarissa, a Septimus, quien ha vuelto de la guerra, Peter Walsh, enamorado a su pesar de la protagonista ya si bien ambos mantuvieron una relación esta lo rechazó casándose con Richard, primer ministro; y Sally, amiga de ambos. Pero quienes configuran la narrativa y suscitan el interés del presente ensayo son los primeros, Clarissa y Septimus.
   Ahora bien, adquiere importancia y resulta curioso el hecho de que estos dos no se conociesen ni relacionaran nunca, el único vínculo que se les puede adjudicar es el hecho de que ambos residen en Londres. Pero las personalidades y pensamientos de ambos resultan bastante contrarios, ya que Clarissa de alguna u otra manera ama la vida y se aferra a ella:
“Mientras cruzaba Victoria Street, pensó que tontos somos. Sí, porque sólo Dios sabe porque la amamos tanto, porque la vemos creándose, construyéndose alrededor de una, revolviéndose, renaciendo de nuevo en cada instante (…). En los ojos de la gente, en ir y venir y el ajetreo; en el griterío y el zumbido, los automóviles, los autobuses, los camiones, los hombres-anuncio que arrastran los pies y se balancean; las bandas de viento; los organillos; en el triunfo, en el campanilleo y en el alto y extraño canto de un avión en lo alto, estaba lo que ella amaba: la vida” (Woolf 6).
Mientras ella mantiene sus pensamientos en la fiesta que dará a la noche y en los personajes que han marcado de una u otra manera su vida con los que se reencontrará, Septimus se encuentra sumido en un trastorno mental producto del trauma que ha significado para él perder a su amigo en la guerra, el cual le lleva a anhelar la muerte:
“De repente, Septimus dijo: “Y ahora nos mataremos”, cuando estaban junto al río, y miró el río con una expresión que Lucrezia había visto en sus ojos cuando junto a él pasaba un tren o un autobús, una expresión de estar fascinado por algo… Pero en el camino de regreso a casa estuvo perfectamente sereno, perfectamente razonable. Discutía con ella la posibilidad de matarse los dos” (Woolf 53).
Se constituyen entonces como opuestos, dos formas de enfrentarse a la vida, dos temáticas diferentes que tienen lugar en el mismo Londres y en la misma época. Por un lado, Clarissa representa aquella superficialidad, represión interna y afán por mantener las apariencias que caracterizaban a la sociedad de aquel entonces, puesto que prefirió casarse con un hombre de alto estrato a pesar de que no despertaba en ella la misma pasión que con Peter sentía, con el afán de mantener una buena imagen y status social. Este le recriminaba aquello, pues por este motivo le había rechazado, “¡cómo la reñía! ¡Cómo discutían! Clarissa se casaría con un primer Ministro y permanecería en pie en lo alto de una escalinata; la perfecta dama de sociedad la llamó Peter (por esto lloró en su dormitorio), tenía las hechuras de la perfecta dama de sociedad, decía Peter” (8).
    Por otro lado, Septimus representa una temática distinta, la de la guerra y sus efectos, el daño irreparable que sufrieron aquellos hombres que en ese entonces participaron de la guerra y una sociedad entera. También se le puede adjudicar a este personaje la temática compleja que es la locura, y cómo la psiquiatría no tiene la capacidad de dar solución a estos problemas porque es algo complejo que en varias ocasiones va más allá. Consiste entonces en una crítica a las instituciones mentales, posible de distinguir a través de la figura del doctor Holmes, tal como es posible apreciar en la siguiente cita: “No podía hablar con nadie, ni siquiera con Septimus (…). Indicaba cobardía el que un hombre quisiera matarse, pero Séptimus había luchado, era valiente. Ahora ya no era Septimus… Septimus era un egoísta, todos los hombres lo son, Y no estaba enfermo. El doctor Holmes decía que no tenía nada” (20). La locura de Septimus resultaba dañina tanto para él como para Rezia, su esposa, quien, aunque intentaba convencerse del diagnóstico del doctor Holmes dudaba debido a que ya no reconocía en su esposo al hombre que este era antes de la guerra.
   Es posible apreciar entonces que cada personaje está inmerso en una problemática distinta, que cada cual tiene una manera particular de ver la vida, más esto resulta posible gracias a la técnica narrativa mencionada anteriormente: el monólogo interior. Y es que esta “busca representar a través de palabras la complejidad de la psicología de los personajes: como la psiquis misma, ese fluir no sigue un orden lógico, al contrario, es una acumulación de imágenes, de sensaciones y de ideas que son específicas de la forma de pensar de cada personaje” (Badenes 2). Por lo tanto, se busca representar con la mayor naturalidad posible este fluir de la consciencia propio de la mente del ser humano. Debido a esto no se respeta un orden lógico al momento de escribir, lo cual Palomo indica como una de las características del monólogo interior, “en el plano sintáctico son muy comunes las abreviaciones y la carencia de conectividad. Por eso, los conectores discursivos son mínimos o inexistentes… ya que no se trata de formular un texto cohesionado, sino de todo lo contrario” (98). Esto puede distinguirse en la siguiente cita:
“Esto es todo”, dijo mientras miraba a la pescadería. “Esto es todo”, repitió deteniéndose un instante ante el escaparate de una tienda de guantes en la que antes de la guerra, cabía comprar guantes casi perfectos. Y su viejo tío William solía decir que a las señoras se las conoce por sus zapatos y sus guantes. El tío William, una mañana, en plena guerra, decidió quedarse en cama. Dijo: “Ya esto harto”. Guantes y zapatos: ella sentía pasión por los guantes, pero su propia hija Elizabeth, se mostraba indiferente, los guantes y los zapatos le importaban un comino” (10).
Se puede notar por un lado entonces la falta de conectividad entre una oración y otra, y la existencia mínima de conectores, esto debido a que Clarissa se encuentra pensando tanto en aquello que realiza en ese entonces como también recordando hechos del pasado. Con ello la autora busca emular la conciencia humana, que no necesariamente permanece estática en un solo pensamiento, sino que es capaz de asociar varios a la vez e incluso recordar hechos del pasado mientras piensa. Por otro lado, es preciso indicar también el hecho de que la conversación presente en la cita tiene lugar en el interior de Clarissa, pues esta no está contacto con nadie más. Se configura entonces como un monólogo interno que tiene lugar en el personaje.

   A modo de conclusión cabe resaltar las características del monólogo interno que están presentes en la novela La Señora Dalloway, las cuales la dotan de la posibilidad de acercar a los personajes a los lectores de tal forma que estos puedan comprender sus pensamientos, historias, problemas etc. Que con otro estilo narrativo no podrían ser delimitados a profundidad. Se puede aceptar entonces el que esta técnica literaria permite que la autora pueda representar a través de los personajes temáticas como la post-guerra y las secuelas que dejó la guerra en la sociedad inglesa; la locura y sus complejidades, así como también la ineficiencia a las instituciones mentales; y las características de una sociedad, como el afán de querer mantener una imagen de estatus en la alta sociedad, aunque para ello sea necesario reprimir el deseo amoroso. Es entonces esta novela una forma de transmitir la mentalidad e ideología de una época, específicamente aquella época en la que tuvo lugar la vida de la escritora Virginia Woolf. 

Bibliografía:

Badenes, Guillermo. El fluir de la consciencia y el fluir de la traducción. La reproducción del pensamiento en la traducción de novelas modernistas. Revista Academia (vol 10).

Palomo, Vanessa. El monólogo interior en dos fragmentos modernistas: The Waves y Ulysses. Revista forma (vol 02): 95-104, noviembre 2013.


Woolf, Virginia. La Señora Dalloway.




La Señora Dalloway: Una historia retratada en la locura y la guerra.

La obra La Señora Dalloway, de Virginia Woolf, da cuenta sobre la influencia tanto de la Historia de Europa, como del mismo estado mental de la autora. Por un lado, Clarissa y Septimus reflejan una constante depresión y resignación a la vida, alimentados con alucinaciones y eventos que reflejan una insanidad mental por parte de ambos. Por otro, Septimus se ve notablemente afectado por los eventos ocurridos en la Gran Guerra, pues su constante depresión, que lo llevará a la muerte, se debe a que ha vuelto de participar en el conflicto armado.

Virginia Woolf, durante toda su vida, padeció de episodios maníacos que, en parte pueden ser explicados mediante su historia. Sus padres se casaron luego de que habían enviudado en su primer matrimonio, la familia estaba compuesta por hijos de los matrimonios anteriores de sus padres, incluso se especula que sus hermanos mayores abusaron sexualmente en un grado de Virginia y su hermana (García, 71).

Virginia, durante toda su adolescencia, pasó por diferentes tipos de episodios de trastorno mental, incluso llegó a caer en una depresión. Existen registros de los episodios maníacos de Woolf, siendo los más intensos desde los 12-19 años, en los cuales escuchaba voces y veía alucinaciones, y bajando su regularidad desde los 20 años en adelante, coincidiendo con el momento en el que comenzó a escribir sus grandes obras literarias. Woolf utilizaba sus trastornos mentales para adquirir material literario, durante sus episodios, repetía frases con incoherencia en cuanto a la realidad, las grababa en su memoria y luego las integraba en sus narraciones. También declaraba que la literatura la ayudaba en parte a curarse de su enfermedad.  (García, 78). Quizás su suicidio se vio influenciado por su incapacidad de leer y escribir, pues en su carta de despedida expresa que las voces ya no la dejan pensar ni escribir historias.

La técnica narrativa de Virginia Woolf estuvo caracterizada por una inmersión exhaustiva dentro de la consciencia de los personajes que componen sus historias. En este sentido, es más trascendente para la autora dar cuenta sobre los sentimientos y recuerdos que caracterizan la mente de las personas, que entregar detalles sobre el hilo argumental en sí.

Es precisamente este singular estilo narrativo el que permite, en cierta medida, extraer rasgos sobre la mentalidad de los personajes, sobre su personalidad, y para el objetivo de este ensayo, del grado de cordura o locura del que padecen. Siguiendo esta afirmación, es que Clarissa Dalloway y Septimus Warren, representan, de alguna forma u otra, etapas de sanidad e insanidad mental, que pueden estar relacionados en cierta medida con la propia vida de la autora, Virginia Woolf.

Clarissa Dalloway es un personaje que presenta una dualidad a lo largo del transcurso de la fiesta en la que se desarrolla la obra. Puede identificarse en ella, una sensación de estar en una constante melancolía y depresión. Como señala Ortolano “se ve a misma ya muerta, pero viva a la vez en las personas que la acompañaron y aún en las cosas  que de algún modo le pertenecieron…” (82), pero que intenta, de alguna forma, subsanar en los buenos momentos. A ratos, Clarissa comienza a recordar sobre aquellas cosas que, a modo de refugio para ella, le permiten sentirse confortable. El recuerdo de una sirvienta, de la cual siempre estuvo enamorada, pero de la que huye por los tabúes; el consuelo de que Richard Walsh al menos le permite vivir en círculo aristócrata lleno de comodidades, pero el precio es que su esposo, Peter Walsh, no la ama realmente, sino que  tiene otra esposa en la India, y recurre a Clarissa cuando la extraña luego de algunos años.

Septimus es un personaje que posee nexos con Clarissa, precisamente en este constante sentimiento de muerte en vida. Padece de una fuerte locura que lo conduce a una constante depresión. El fluir de la consciencia de la obra literaria permite retratar un cuadro de la condición mental de Septimus. Existen fragmentos en los cuales se pueden identificar fuertes alucinaciones, como cuando estaba en el parque con Rezia, y comienza a ver en algo tan común y cotidiano, como unos árboles y unas hojas, una serie de colores y pensamientos que resultan incoherentes con la realidad, incluso llega a escuchar a los pájaros cantar en griego –según los registros de los episodios maníacos de Virginia, ella misma alucinó con estos pájaros (García, 70)-. Rezia finalmente, debe huir a la pileta del parque, pues no soporta ver a Septimus en ese estado.

El personaje, además, representa la depresión post guerra. Cabe mencionar que Woolf escribió La Señora Dalloway durante el período de entreguerras. Septimus es un hombre que vivó todas las atrocidades de la Gran Guerra, producto de esto, los acontecimientos quedaron marcados en su consciencia, generando en él una insanidad mental de la que no podrá curarse, pues acaba quitándose la vida, lanzándose por una ventana.

La Gran Guerra, como señala el historiador Eric Hobsbawm, supuso una instancia de destrucción material, pero más que nada, una desintegración de los Derechos Humanos de la sociedad civil. La matanza masiva y sistemática de personas, el traslado de la guerra a las ciudades, el objetivo de debilitar al adversario mediante la destrucción de sus ciudadanos, hizo de este conflicto un punto de inflexión en la historia de Europa, en el sentido de que jamás se había presenciado un conflicto armado de esta magnitud. Las personas, inclusive, llegaron a pensar que la Gran Guerra conllevaría al fin del mundo.  

La consciencia de Septimus no puede comprenderse a cabalidad sin recordar este cruento evento de la historia. Su demencia, sus alucinaciones, su constante sensación de depresión y deseo de morir, se ven trastocados por las matanzas que tuvo que presenciar al participar de la Primera Guerra Mundial. La vida de Septimus cayó en picado desde que volvió del conflicto armado, ni siquiera su esposa Rezia es capaz de soportar sus espasmos y eventos de locura, pues huye desesperadamente huye de él al percatarse de sus sobresaltos.

La obra La Señora Dalloway, en conclusión, retrata la locura, producto de su técnica narrativa del monólogo interior, que expresa los pensamientos desde la perspectiva de los mismos personajes que los viven. Clarissa y Septimus son representaciones de la insanidad mental, que en parte, retratan la vida de la misma autora, Virginia Woolf, quien sufría de crisis maníacas. Además, la Gran Guerra (1914-1917) influencia la narración, pues Septimus participó del conflicto, que gatilló el deterioro de su cordura.



Bibliografía
García, Rebeca. “Virginia Woolf: Caso clínico”. Virginia Woolf… Originales y Revisiones. 60-97
Hobsbawm, Eric. La época de la Guerra Total
Ortolano, Mariel. “Virginia y la locura: el universo fragmentado de Mrs. Dalloway de Virginia Woolf”. Revista Científica de literatura. Otoño 2011. 77-85
Woolf, Viriginia. La Señora Dalloway



martes, 6 de diciembre de 2016

Virginia Woolf: Biografía

Adeline Virginia Stephen fue una escritora británica que nació el 25 de enero 1882, en Londres, Reino Unido. Hija del escritor Leslie Stephen y Julia Princep. A pesar de que Virginia nunca asistió a la escuela, su hogar siempre fue un ambiente en el cual pudo desenvolver lo que sería su pasión y profesión futura, pues siempre tuvo roces con intelectuales de la época, ya que su padre era un distinguido ensayista y novelista. Era frecuente que en la casa de Virginia hubieran visitas como los escritores Franz Kafka, James Joyce, Thomas Mann, Alfred Tennyson;  intelectuales y críticos de la época, como Henry James, James Rusell, y Leonard Woolf; el economista James Keynes, entre otros.

Más tarde, esta agrupación de pensadores se transformarán en lo que se conoce como el grupo de Bloomsbury, nombre escogido por la localidad en la que vivía la familia Stephen, y con el tiempo, Virginia y Leonard se casarían producto de este constante contacto. Virginia, además, fue una defensora del feminismo.

Ya que Virginia siempre tuvo un amplio acceso a la literatura, prontamente comenzaría a redactar sus propias novelas, dando vida  a una narrativa que rompería con los esquemas establecidos en la época. En 1917 funda, junto con su esposo, la editorial Hogarth, que le permitiría masificar su literatura en la sociedad inglesa. Su estilo narrativo demostraría su afán experimental. Sus primeras obras, Viaje de Ida y Noche y Día, ya dan a conocer su estilo cargado de imágenes y metáforas, y una narrativa enfocada en captar la consciencia de los personajes más que la historia y el desarrollo de ésta en sí, en un intento por romper con el modo de hacer literatura establecido en la época.

Su obra célebre, La Señora Dalloway, pone en relieve la consciencia de los personajes, fusionando el mundo racional con el irracional. En este constante fluir de la consciencia, se da vida a los pensamientos de Clarissa Dalloway, una distinguida aristócrata inglesa, quien dará una gran fiesta en su casa. La construcción del relato se moldea principalmente en base a sentimientos y recuerdos de los personajes, por lo que también existen grandes saltos temporales y argumentales en la historia, pues la consciencia no tiene coherencia en este sentido: una persona puede tener miles de pensamientos de toda índole en tan sólo un minuto. La historia, así, transcurre dentro de un día, exponiendo las distintas perspectivas emocionales de quienes componen la narrativa.

Virginia Woolf, se suicida el 29 de Marzo de 1941,  rellenando sus bolsillos de piedras, y lanzándose al Río Ouse, en el que su cadáver fue encontrado, luego de haber desaparecido de su casa. Woolf tenía problemas mentales, los que probablemente la impulsaron a quitarse la vida, que quedan demostrados en el siguiente fragmento de la carta de despedida que dejó a su esposo, Leonard Woolf:

"Estoy segura de que, de nuevo, me vuelvo loca. Creo que no puedo superar otra de aquellas terribles temporadas. No voy a curarme en esta ocasión. He empezado a oír voces y no me puedo concentrar (...) Te das cuenta, ni siquiera puedo escribir esto correctamente. No puedo leer (...) No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo".